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Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Artículos

Introducción


Desde el momento mismo en que Dios creó a nuestros primeros padres, Él inicio con la humanidad una relación cargada de significado, tanto en amplitud como en profundidad, con un alcance que excede la temporalidad y llega hasta la eternidad; más que el de un Creador con su creación, el de un Padre con sus hijos.


En esta relación pueden identificarse momentos de llamamiento, instrucción, corrección, perdón, cuyo culmen son Jesús mismo por cuya encarnación fuimos hermanados con Él, por cuyo sacrificio fuimos reconciliados con el Padre y por cuya resurrección fuimos hechos coherederos del Reino de Dios venidero.


En su trato con la humanidad, Dios ha utilizado muchos canales de comunicación y diversas formas de acercarse a nosotros. Como dice Hebreos 1:1-2  "Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo". Este hablado muchas veces y en muchas maneras incluye la forma en que Dios ha hecho patente a la humanidad el plan que desde la eternidad concibió para ella, siendo una de estas formas las fiestas que Él mismo le estableció a Su pueblo, Israel: Pascua, Panes sin levadura, Primicias, Pentecostés, Trompetas, Expiación, y Tabernáculos.


Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio contienen las indicaciones sobre las fechas, los requisitos, los cuidados previos y la manera de desarrollar estas siete fiestas que Dios le estableció a Su pueblo y que hablaban de antemano sobre el plan de Dios sobre la humanidad. Las cuatro primeras - Pascua, Panes sin levadura, Primicias, y Pentecostés- eran fiestas que se celebraban en primavera y que, como veremos en el desarrollo de las mismas, ya han sido cumplidas con la primer venida de Jesús; las tres restantes  -Trompetas,  Expiación, y Tabernáculos- eran fiestas de Otoño y su cumplimiento, como veremos al abordarlas, está pendiente a verificarse con la segunda venida de Jesús.


El hecho de que Dios haya establecido una concordancia de Sus fiestas con los ciclos agrícolas de Su pueblo tiene un significado tan trascendente que si sólo fuera un punto con el que nos quedáramos sobre este tema sin duda alguna sería este, ya que esto evidencia una verdad trascendental: todo el plan de Dios se lleva a cabo de manera natural.


Cuando decimos que el plan de Dios se lleva de manera natural, por natural no nos referimos a la naturaleza humana sino a la naturaleza divina. Los ciclos agrícolas de preparar la tierra, sembrar, regar, cuidar, cosechar, están dados por esa naturaleza divina de Quien los creó. Es cierto que el hombre participa, pero si ponemos en la balanza lo que el hombre hace comparado con lo que la naturaleza hace siguiendo los patrones de Aquel que la diseño, vemos que es mínima -aunque necesaria- la participación del hombre en esto.


Esta verdad debería darnos paz y tranquilidad, confianza y esperanza, pues ello implica que la mayor parte el plan de Dios depende de Él y se realizará, en nuestra vida y en la historia de la humanidad, conforme a Su voluntad. Como dice Filipenses 1:6 "estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús".


No es nuestro esfuerzo el que logra el cumplimiento del Plan de Dios, sino Él con SU voluntad y, claro, con nuestra participación. Como dice Romanos 9:16 "así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia", de igual forma 1 Corintios 3:7 nos dice que "de manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado", y Marcos 4:26-27 reitera "Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo".


Aclarando esto que debería llenarnos de gozo y regocijo al saber quién está peleando por nosotros y en manos de Quien estamos, hay que señalar que nuestra participación es necesaria. Éxodo 14:14 nos dice cómo es que "Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos", de igual forma Romanos 8:38-39 dice "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Pero también Dios nos ha dotado de libertad para elegir, sea la vida en Él, sea la muerte en el pecado, como dice Deuteronomio 30:19 "al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia". AL elegirlo a Él nos ponemos en Sus manos. El sacrificio redentor de Jesus nos justifica ante el Padre e iniciamos una vida de santificación, pero es Él quien da el crecimiento.


Las Fiestas de Dios nos dicen lo anterior y de manera clara y específica nos van descubriendo Su plan para con la humanidad entendiendo en ese sentido lo que dijo en Isaías 55:11, cuando señaló que "así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié".


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